Por qué Batman es un héroe (y podría no serlo)

Hoy quiero hablar de Batman

¡Seeehhh! ¡Batman es lo más! Creado por Bill Finger y Bob Kane en 1939 para DC Comics, es el superhéroe más popular del momento. Batman, Batman, Batman. Desde hace ya un par de décadas se sabe que el murciélago es una máquina de vender, sean cómics, novelas gráficas (cómics, pero más caros), muñecos y figuras de acción (muñecos, pero más caros) o videojuegos y numerosas encarnaciones cinematográficas, algunas mejor recordadas que otras, pero todas exitosas en los números.

Parece ser que cualquier cosa a la que se le agregue el ícono del encapotado gotamita tiene más posibilidades de venderse bien. Y es comprensible: es un personaje muy rico (CUACK) en cuanto a posibilidades narrativas y estéticas, con una poblada galería de villanos y un marco inmejorable para la aventura urbana.

Con toda la vida activa que este personaje lleva en sus espaldas, con todas las invenciones y reinvenciones que este mejor detective del mundo tuvo que atravesar de la mano de los mejores autores del noveno arte, no es de extrañar que podamos señalar muchas versiones del hombre murciélago, algunas sumamente contradictorias entre sí. Pero, de un tiempo a esta parte, hay un detalle que se cristalizó: Bruce Wayne es la máscara, Batman es la persona. Batman se disfraza de multimillonario playboy mujeriego y superficial.

¿Y qué es lo que tanto fascina de Batman? ¿Por qué cala tanto en el corazón de la gente? Cuando hago esa pregunta, la respuesta que más obtengo es “el chabón se hizo a sí mismo”. Y es verdad. Si no, habríamos pensado que tenía, desde siempre, más plata que Rico McPato.

Hace años que Bruce Wayne no existe. Cuando Batman juega ese papel, está haciendo aquello que la sociedad espera que haga un hombre de su posición social y pedigrí: ser uno más de la aristocracia de Ciudad Gótica. Pero, en realidad, Batman está esperando para volver a ser quien es, para dejar las fiestas de beneficencia y regresar a su cueva, ponerse su traje y luchar contra el crimen (ponele). Incluso su mansión es parte de esa mascarada: el hogar de Batman es su cueva, como el cuarto adolescente empapelado con fotos de (insertar ídolo pop a discreción). Sí, aquel recinto que, quizás de modo más preciso que un espejo, refleja lo que uno es; un lugar tan sincero que solo quienes gozan de nuestra confianza tienen permitido entrar. Eso es la cueva. La Bati-Cueva. Con su baticomputador, batimovil, batiavión y una muy larga lista de bati cosas.

Como dijimos, lo más admirable es el tortuoso camino, la determinación y la valentía que está implícita en la transformación de Bruce Wayne a Batman. Pensemos esto por un momento: el ñato tenía todo lo que quería para pasarla bien y tener una vida muuuuucho más sencilla de la que se buscó, pero, si no hubiera hecho lo que hizo, es decir, si no transitaba el camino que lo convirtió en Batman, no habría sido fiel a sí mismo. Hay que tener muchísimo coraje para eso, para, sin importar qué, ser fiel a lo que uno es, ¿no? O sea, al parecer eso es lo más atractivo del personaje, lo más heroico. Por cierto... ¿Vieron La chica danesa?

Cuando se pregunta por la versión más “realista” del encapotado, la respuesta más usual es “la trilogía de Nolan” o “esas donde Christian Bale pone voz rara cuando es Batman”. Batman inicia (2005), El caballero oscuro (2008), El caballero oscuro: la leyenda renace (2012). Pero a mi modo de ver, La chica danesa (2015, dirigida por Tom Hooper) representa muchísimo mejor todo aquello que hace grande a Batman. Y lo más admirable es que Batman tampoco existe. Nunca un millonario haría lo que Bruce Wayne, pero la historia de la chica danesa es real. Lo fue, lo es y lo será. 

Y si conocés a alguien que no haya entendido la historia de Lili Elbe, la pintora dinamarquesa protagonista de la película de Hooper, que le haya parecido mal o extraño, o que no haya visto el valor, la entrega, la integridad y la gran historia de amor que cuenta la película…, tal vez puedas decirle que es como Batman. 

(Y no sé ustedes, pero yo creo que Batman ya tiene demasiados villanos).

Etiquetas: La columna de El Santa

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